viernes, 2 de enero de 2009

LO ESENCIAL

Si una mujer tuviera unas medidas corporales bastante proporcionadas, y de una altura de 175 centímetros pero, sin descartar, que fuese muy sensible, muy reflexiva, muy analítica y muy ingeniosa, entonces, sería un resultado de una mujer completa, perfecta con respecto a todas”.

¡Ah!, de entrada, esto no es más que un enunciado de los que, a veces, “se deciden” o se construyen -claro, por la lógica- como axiomas o reglas matemáticas; porque, esta ciencia, sí, atiende primero a una lógica de los números y de las proporciones, como base, en operaciones para todos sus posibles resultados armónicos o... ideales.

Por ejemplo: Una esfera es un resultado sólo, sólo matemático y resulta, asimismo, ideal (perfecto) o lo que supone o señala, por igual, un triángulo equilátero; por cuanto que ya resultan perfectamente armónicos así -en elección o en volición-, mediante la utilización de axiomas “perfeccionadores” -en lógicas- que, “inevitablemente”, se dirigen hacia esa armonía “deseable”, esté o no esté en algún lugar, exista o no exista.

Con eso dicho, desde luego, un teorema o una regla matemática puede ser la verificación de que se cumple algo con unas concretas mediciones o, por otro lado, la pretensiosa traslación de que algo debe cumplirse con los mismos elementos de esa verificación; esto es, lo que se supone que puede ser verificable, aún no siéndolo (más claro: se busca un resultado en vez limitarse a encontrar un resultado).

La lógica, que “siempre se ha entendido” como matemática -de hecho, es su sustento-, fue propugnada o enseñada por Platón y Aristóteles estableciendo, para el conocimiento en general, ya un procedimiento analítico o pensamiento analógico; es decir, de unívocos o de semejanzas, de interconexiones, en la prioridad de relacionar cosas porque, como consideró anteriormente la escuela de Mileto, existe antes que nada -por evidencia en la realidad- una “homogeneidad entre la causa y el efecto” (si la realidad de las cosas es física, sus causas también).

Pero, aun así, por una concreción, ¿qué es lo esencial para la lógica?
Para Anaximandro y Anaxímenes -epígonos de Mileto-, era la naturaleza como “causa última”; posteriormente, en el pensamiento cartesiano, era una “causa primera” o suficientemente sólida en la lógica, aunque fuese ésa -que puede pasar por algo solipsista- del “pienso, luego existo”; y, más actual, en el pensamiento paradigmático de Kuhn, son unos patrones de pensamiento asertóricos que se siguen, aunque siempre sobre sus valores anteriores.

Para Kant, a tenor de eso, lo esencial... era la intuición del ser que se traslada en el tiempo, que trasciende con su “a priori” intuitivo e inesquivable; y, para Hegel, sólo las ideas de cualidad, las cualidades, definen qué es el ser, porque ya lo dintinguen, lo diferencian, lo exponen (o sea, a cada ser con y por sus atributos).

La lógica, sí, es -en resumidas cuentas- la consideración evidente de las posibles relaciones entre las cosas -con sus propiedades- y sus resultados que se dan por seguro ante unos principios o reglas más o menos pretensiosas; conque lo esencial, para la lógica, es todo principio demostrado por la práctica, en la experiencia (por ejemplo: el principio hidrostático de Arquímedes) y no, no todas las reglas que “se deciden lógicas” para “resultados lógicos”, también “decididos”, en incorporeidad, como... “ideales lógicos”.
De manera que, un principio, no es ni plenamente significa una regla; ambas cosas están separadas por... la experimentación, por la “praxis”, por la verificación práctica.

Un “silogismo”, un axioma, con ello, desde luego, pueden ser independientes de la realidad; a ver, estos conllevarían, sí, unos efectos perfectamente lógicos pero ante unas proposiciones (causas) no realmente lógicas, sino idealizantemente lógicas, o ésas, “las que se han de esperar”, no siendo aún.

Lo esencial de algo, la propiedad que se le distingue -a él- tras una comprobación física, no tiene por qué ser esencial para otro algo; conforme a que no -como primero-, no le constituye, o conforme a que ni siquiera los dos pueden hallarse en unos contextos análogos o que se relacionen.

Las matemáticas, éstas congeniando todo tipo de resultados numéricos y proponiendo, en esa lógica o lógicas, resultados muy armoniosos, a veces se separan de eso tan sólo que es esencial, de eso ya... comprobado, ya posible. Quiero decir, no rotundamente una esfera está demostrada como real, sino es -”de antemano”- lo que “se sueña” ante proposiciones “idílicamente perfectas” como idealidades matemáticas; y es muy improbable en la realidad cuando, ciertas linealidades matemáticas continuas, son imposibles en un espacio interactivo, éste siempre impidiendo o “rompiendo” una fija o íntegra o deseable -en fija continuidad- armonía.

Además, algunas “puras lógicas” o “sublimaciones numéricas” o resultados axiomáticos ya utilizan unos elementos “desacreditados” o no comprobados como reales.

De la multiplicación de 2 por 1, todos pueden ver a DOS COSAS que se multiplican por UNA para obtener -lógicamente- un resultado correcto, el que le corresponde; por el contrario, de la multiplicación de 1 por 0, todos pueden ver a UNA COSA pero no pueden ver, nunca, a la otra con la cual se multiplica.
Es así, es un “supuesto lógico-matemático, una “referencia idealizante”, útil a eso, pero no real, no comprobable.

Un triángulo equilátero, al igual, representa no más que una proporcionalidad buscada mediante las aplicaciones, sin limitación real, de los números; o, más claro, estos tienen todas las licencias pero, en particular, ninguna, ninguna limitación de las que ya la realidad -o la experimentación- obligatoriamente presenta para que sea como tal, sujeta a su mismo o a su concreto contexto, a su interacción en su carácter posible, a su “ontogenia” sólo posible, o a sus consecuentes principios.
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