jueves, 31 de diciembre de 2009

LA VERDAD ES INHERENTE A LO MUCHO QUE LA ADQUIERE


Dos seres humanos pueden adquirir la misma verdad; pero pueden defenderla de diferente manera, pueden UTILIZARLA para dos intereses -según su subjetividad-, sí, acercados por una conveniencia -consensual- o incluso, por el contrario, totalmente opuestos.

Una verdad sólo existe porque un ser HA CONOCIDO algo; entonces, la verdad la ha conocido -ese ser-: ESTÁ en ese ser, está ahí, es ya su base, puesto que imposiblemente no puede estar en nada.
Así pues, ESTANDO AHÍ, no puede estar en lo abstracto, en la inexistencia, en el no-ser, sino en un ser -de muchos- que siempre presenta una capacidad de... ella.
Es decir, todo ser YA -en inherencia- conlleva verdad; lo niegue o no lo niegue, le guste o no le guste, se vaya a donde se vaya.

La verdad (las causas y efectos de la realidad -considerando que los seres están formados de realidad- o los hechos, sin duda, permitidos por causas) sólo es determinada por el conocimiento; por lo tanto, no, no de un ente único que la dicta -a sí mismo o a nadie-, sino inevitablemente por muchos seres -o varios, en el “una cosa conoce a otra”- con la capacidad “del conocer”. Y ésos nunca, absolutamente nunca con o por medio de “una perspectiva imaginada” que los imposibilita o los exime del constituirla -y así no ser nada-, sino con capacidades o consecuciones de ella.

De ahí se agranda el gran problema incoherente, lleno de ligereza y de facilismo, profundamente gratuito, que ha creado el recurrente perspectivismo. Claro, son muchos seres “los que conocen” y no uno para tener FIJADO “lo verdadero” (lo que implicaría que todos, en consecuencia, llegarían a las mismas conclusiones; y, de ahí, se excluirían las demás capacidades: la “del sentir”, la “del decidir”, la “del protestar”, la “del gustar”, la “del progresar”-esto es, todo sería inmóvil a merced de un ente único que ya lo da todo hecho y, si lo da todo hecho e inmóvil, en efecto, no existe evidentemente verdad, ni... nada-).

No, no nos engañemos con tales tonterías -sin apenas algún fundamento o sin alguna demostración-, ese “fantástico perspectivismo” no existe (sí en lo subjetivo, pero eso es subjetivismo o el producto de la emocionalidad con sus prejuicios), sino sólo existen consecuciones del saber con las capacidades que, por él -por el saber-, poseen los seres vivos -o, en nuestro caso, los seres humanos-: Un ser sabe que inhalar aire contaminado le está dañando y otro ser no, un ser sabe que un alimento en concreto le está curando una enfermedad y otro ser no lo sabe, etc. Conque cada uno tiene sus consecuciones de verdad, no más.

Ahora bien, por otra parte, en la sociedad se mueven muchos intereses personales o grupales; y, para defenderlos a todo coste -en competición, para salir ganando-, únicamente es eficaz la retórica -que intenta, sin poderlo eludir, adecuar verdades con mentiras-.
Ahí, pues, está la retórica política -en unos niveles más altos o menos altos de verdad-, la retórica patriótica, la retórica del arte, la retórica religiosa, la retórica económica, etc. (en cuanto a que son intereses -de competitividad social-, antes que otra cosa, la política, la patria, el arte, la religión, la economía -social-, etc.; e intereses, claro, que se han convenido sobre o a partir de conocimientos).
En esta predisposición social no es que existan perspectivas por errónea deducción; lo que existen, en probación, son capacidades del conocer condicionadas por unos obsesivos o apasionantes intereses (que conocen perfectamente, sí; pero, a la hora de reconocer, en ese momento, reconocen LO QUE LES INTERESA). Y... una retórica interesa porque aventura una confrontación a otra retórica -de distinta opción social-.

Por ejemplo: Para construir una bicicleta no hacen falta retóricas -ninguna-, sino estrictamente verdades conseguidas por el conocimiento, unas en concreto que se precisan para construir ésa bicicleta -tanto en un mundo como en otro mundo-; pero, en cambio, ¡ah!, para venderla , siempre sí, ¿se comprende ahora mejor?


José Repiso Moyano

martes, 22 de diciembre de 2009

LO QUE NO HAY QUE HACER DE FONDO


Todo se adapta irremediablemente (sea cual sea el riesgo y el coste) ante una crisis económica o ante cualquier situación; es decir, con los recursos que tiene INTENTA (inconscientemente por instinto de supervivencia o conscientemente por defender unos propios intereses) UNA ADAPTACIÓN.
Dicho eso, de que el proceso de adaptación es siempre seguro e insoslayable, lo que sí se puede evitar es el riesgo y el coste de una adaptación para unos organismos y, en el contexto de la sociedad, para unas personas en concreto; pues no todos presentan por igual unos recursos para hacer frente a una adaptación forzada o causada únicamente por los seres humanos (es el caso de la efectividad de la tecnología tanto en lo beneficioso como en lo perjudicial -ya que, evidentemente, los dos efectos produce- ante un medio ambiente, base o garantía de una diversidad y de una necesaria, sí, calidad en su equilibrio convivencial).
Por ello, una gran parte de la humanidad se encuentra incapacitada para adaptarse con prosperidad ante los estragos de un mal medio ambiente, o sea, deteriorado; pues, como todo el mundo sabe, las cosas se deterioran o no son propicias o "hermosas" para la vida tras inútiles acciones: cortar los árboles del Amazonas, producir ilimitadamente CO2 a ver si a la “atmósfera biológica” le gusta o, también, contaminar el agua -caldo de cultivo de todos los seres vivos- por si eso es gracioso o justificable ya echándoles las culpas a la misma naturaleza, a los dioses, a la mala suerte o al destino.
Así que, en el gran problema del hambre, en ése, habiendo demasiadas personas que lo pasan, no es la ocurrente solución el cómodo adaptarse que pueden hacer unas personas que siempre contarán con unos recursos de supervivencia, no, sino el evitar que realicen ésa adaptación inútil a la miseria mortal o que se proceda con tal adaptación. Claro, aquí se trata de evitar la enfermedad, no de -como no es un gran asunto de los privilegiados- que “se adapten a la enfermedad”, y ¡allá ellos!
Lo mismo ocurre con el detrimento de las libertades y de los derechos humanos; porque no hay que adaptarse a las dictaduras, a los totalitarismos, a las “patentes de corso” que determinan las guerras, a los fundamentalismos o a las cerradas imposiciones sólo religiosas, al abuso de poder de las multinacionales ni, siquiera, al particular “dirigismo” de muchos medios de comunicación. Es lógico, lo que hay que hacer es protestar y menoscabar tales presiones, “pararles los pies” como se suele decir, siempre en beneficio de que cualquier ser humano SE ENCUENTRE LIBRE para decidir por él y por la sociedad (por supuesto, así utilizará bien su responsabilidad y se hará consciente y juicioso sobre lo que hay de verdad que hacer, en cuanto que al fin se sentirá capaz y útil).

La humanización ética es eso, y ya no habrá que gastar tantos recursos en “fronterismos” de tantas recelosas patrias, en publicidad -en propagandas- o en mimar sobrecompetencias y en preparar o en hacer guerras u otras “locuretas” por crear miedos como actualmente se hace.
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jueves, 5 de noviembre de 2009

DE LA CRISIS

El mundo está en crisis porque HAY UNA RECESIÓN (nunca una desaceleración, sino un real retroceso en las actividades económicas mundiales). Y no hay aquí fórmulas mágicas, ni siquiera "ánimos especiales" para evitar que unos cuantos años más arrastren los efectos de esta global crisis.
Por error, hay algunos que "creen" que, cuanto más se hable de crisis, más crisis tendremos; y no es así.

Veamos, toda economía, de cualquier país, esté o no esté en crisis, se basa únicamente en una imprescindible -y creciente si ha de progresar- ESTABILIDAD DEL TRABAJO que, realmente, desencadena o produce CONSUMO; y éste consumo -además de ser el mínimo o el de supervivencia o el que no se puede evitar diariamente- es el que, como sólo producto del trabajo, favorece la INVERSIÓN.

Esquemáticamente sería:

TRABAJO - CONSUMO (consumo de supervivencia + consumo de inversión)

Por lo que siempre determina una crisis un consumo no consecuente con las actividades de un trabajo o de una producción; sí, es éste un "consumo ficticio", incoherente -el que se ha hecho-, de inversiones especulativas, sin expectativas a largo plazo: sólo oportunista para enriquecer rápidamente a unos cuantos. Y es el que... crea la DEUDA.
Es decir, aquí "se cree" o "se hace creer" que el TRABAJO cubrirá o indemnizará un gasto excesivo (siendo sólo "una creencia" que globalmente sugestiona al MERCADO para favorecer oportunidades del enriquecimiento de unos especuladores; claro, con la "vista gorda" de unos gobiernos y de los que supuestamente controlan el mercado).

Así, ningún economista ha de obsesionarse con abusar de esa fibra sensible del CONSUMO; puesto que debe ser consecuente por obligado con una necesaria ESTABILIDAD DEL TRABAJO que racionalmente lo respalde. De lo contrario, ahí está el mayor riesgo, el de la deuda, como una tela de araña que envolverá a todas las expectativas económicas; incluso puede menoscabar hasta el "consumo de supervivencia" de todos los seres humanos (por cuanto que es el mínimo o ése que no se puede prescindir: ése que igualmente puede dejar a muchos en largo tiempo sin mera posibilidad de invertir en... algo y, asimismo, de crear o de crearse trabajo).
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¿Medidas ante la crisis?
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Pues muchas, nunca el hacer pocas.
Algunas: Nunca el subir los impuestos a la mayoría (que puede desahuciar a los más pobres que ya han perdido demasiado), el crear incentivos (tanto de subvenciones como de ventajas fiscales) a todas las empresas por dar un empleo nuevo (pues se debe defender más bien no que una empresa se enriquezca, sino que tenga sobre todo una finalidad laboral), congelar en lo posible el sueldo de los funcionarios (porque su sueldo subió conforme a una oferta frente a una mayor demanda de productos, en una riqueza, con su concreta inflación -o "devaluación"- monetaria que ya no existe), una tasa global a las transacciones financieras y el crear una financiación del gobierno, para todo eso, limpia y prioritaria (eliminando muchos gastos que son innecesarios).
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Advierto que el "modelo alemán", en el cual el gobierno subsidia media jornada al trabajador, requiere un país sin muchos desempleados -porque esos desempleados seguirán desempleados al no haber nuevas empresas o inversiones- y un gobierno sin defícit o "solvente" -para eso, para esa medida- que lo que bien quiere, como resultado o como finalidad -también de esa medida-, es el que no hayan, sobre todo, despidos.

domingo, 21 de junio de 2009

HIPÓTESIS SOBRE INTERACCIÓN O INTUICIÓN PARASICOLÓGICA


No conocemos un espacio-nada, sino un espacio influido ininterrumpidamente por fuerzas (principios) que condicionan algo que se desarrolla siempre en un contexto y nunca con total improvisación en tanto y en cuanto asume la carga de lo precedente, sucede o continúa con un desarrollo ante un "presente interactivo" que, sí, se improvisa ya por una "casi infinita" probabilidad de hechos o de interacciones.

Así pues, el presente evolucionista no obedece ni puede obedecer a una simple deriva por acabar sorprendiéndose a sí mismo, en un estado de confusión para sí o para nada, a medida que va transcurriendo de modo tal que, un universo, podría llegar al "¿y ahora qué hago?".
No, cualquier evolución no puede llegar a un "punto tonto"(inconsecuente, incoherente) , de final apocalíptico, de "apaga y vámonos", de principio y fin, de "esto se borra y no quedan ya huellas ni principios" (la materia no se destruye, ni menos los principios ligados a ella).
Eso, pues, lo ha inventado el ser humano porque engendra intenciones, "sus intenciones", y éstas sí acaban; pero no son las intenciones de un universo las suyas o, mejor, ni siquiera un universo “padece” de la propiedad del intento, del " a ver si lo logro, si no, fracaso o me regañarán y... se acabará todo".

Digamos que, el ser humano, por afrontar intenciones, depara siempre unos acabamientos, de "dónde estará un origen y, si lo encuentro porque lo busco o me lo invento, entonces, ya hay un final en decepción" por ejemplo; conque cree muy a veces que, el fracaso o no de sus intenciones, incidirá en el universo o se detendrá algo con aforo a sus temores, a su concepción antropomórfica del infinito.

Frente a ese gran prejuicio, ninguna evolución transmite un final de película, sino más bien sigue lo que ya está, en otra transformación, siguiendo ciclos, siguiendo “lo que sabe hacer”; o sea, cada transformación salvaguarda su entelequia en modo alguno, pero no puede evitar todo lo demás (sus presituaciones y principios), el encontrarse condicionada en tanto transcurre al lado de mucho, por lo que sucede, sigue sucediendo y, perdonen, importan un pimiento aquí las intenciones de un bicho raro llamado “ser humano”.
Así, con eso, el darwinismo no es un proceso de automatismo simplemente que decide un medio -o un biotopo- a pleno capricho o con resultados a su dictamen, no, sino como sostuvo Driesch cada evolución supone incluso una sobrecarga de lo precedente, un seguimiento de un "agente individualizante", que no pretende un final pero que sólo se entrevé o se identifica o se remite a no soslayar ese seguimiento; claro, lo que ocurre es que el medio lo adapta, no podría ser menos, pues es el medio un conjunto de estos "agentes individualizantes", de tales elementos que lo complementan (el medio ayuda a complementar cada elemento a los demás elementos suyos, muy suyos).

Bien, ya he dicho “en otros escritos” que la inercia no es una aptitud de deriva de nada, de condenación hacia un final (inercia no es exactamente... deriva), ni siquiera hacia una “apatía” o hacia la suspensión con intencionado decreto de algún principio; la inercia, pues, en este sentido, no existe.
Y es casi cómico el escuchar por ahí que el Universo, nuestro universo, se expande a la deriva como “el que se fue a Cuba y se perdió”. No, la energía no va al "atontamiento", a “sorprenderse a sí misma en el antiella”, en los antiprincipios, en la finalidad, porque no tiene finalidad, sino está en el seguimiento cíclico de sus propios principios en virtud de que no va a gestionar con intención ser lo que es para, luego, no ser nada o para ya, ¡ahora mismo! -en una tabla rasa-, estar condicionada a... nada.

En pro de eso, el ser humano teatraliza una dirección demiurga de todo: instala puntos, instala o conviene orígenes, coloca por aquí o por allá centros, determina que ante esos centros gira todo o, así, lo imagina dictando o decretando que una cosa se mueve porque se mueve otra, o sea, que Juan piensa porque piensa Pedro, que un león se muere porque se muere un gato en ya una hilazón o concepción muy ofuscada que termina encerrándose a sí misma en sinrazón, mezclándolo todo al uso y costumbre del... prejuicio.

Así, en ese error, existe ya un punto establecido y, si todo debe estar al lado o detrás de éste, el pensamiento racional se "aniquila", pues, termina en la locura o en el absurdo por obligado, en la innegable estupidez también -por mi demostrada- de un espacio-tiempo referencial einstiano.

A ver, argumento el porqué: detrás de un punto existirá otro y detrás de ése otro y detrás de ése otro y detrás de ése otro y detrás de ése otro y detrás de ése otro llegando infinitamente a un otro que, por lógica espacial, tendrá siempre detrás “otro” otro y tras éste otro y tras éste otro y tras éste otro… también; por lo que se advierte, indudablemente, que la razón aquí ha utilizado algo, digamos, mal. Y este mal es el empezar con una “estupidez”: el establecer puntos donde no hubo ni comas, dicho en claro.

No obstante, la razón únicamente nos da nociones prácticas para el contexto donde es consecuente la razón, quiero decir, es una razón del reconocer (reconoce los principios, o la ley de que “con mayor temperatura hay mayor dilatación” por ejemplo), pero no puede instalar al capricho orígenes o centros o cosas ya por su dictado o por un dictado irracional, no, no puede considerar que incide o se condiciona el universo a "su" centro: eso es una paranoia o un prejuicio.
La razón, así es, reconoce el hecho que “se hace” porque se le verifican efectos coherentes a unos principios, es “lo que ocurre”, o bien – por ejemplo - que una persona está condicionada al clima y que, esto, es un factor que sí incide en sus actos o hechos, en la concreción.
Luego, la razón es contextual y, en ello, podría estar la razón -con error- fuera de contexto en otro contexto, al no serle propia; dado que las reglas en ese otro contexto se adecuan o son consecuentes o corresponden a ese otro contexto.

Sí, sólo, sólo conocemos lo que podemos “conocer”, y eso no es determinante más que para lo que es posible que lo sea en reconocimiento, por lo que ocupa o llena un lugar o contexto en un ciclo (un lugar-estado en el espacio, no el espacio); y ese lugar es una situación, una situación no sólo con respecto al espacio físico, sino además con respecto a un estado de condicionamientos, de ya un seguimiento de un desarrollo.

Todo se encuentra situado como "agente individualizante" que... desarrolla: una célula "dentro" de cualquier organismo, ese organismo "dentro" de un ecosistema o de un medio ambiente, ese medio ambiente "dentro" de un planeta, etc.
En tal clarificación, una célula "trabaja" o “se ve determinada” para la racionalidad de ese organismo que ella complementa o “habita”, significando esto que -de otro aspecto- no entiende ni le atañe siquiera qué es una estrella; porque sencillamente “ella sola” no presenta una mínima capacidad para acceder a esa información, ni por "muy suya" o por muy fuerte que se imponga.
Por el contrario, la capacidad de una asociación de "agentes individualizantes de la misma índole” sí llega, sin duda, a un resultado de una mayor información de lo externo y, por lo tanto, comprende una mayor realidad. Y así, si la comprende, la asimila como información, se adapta -por afrontarla- "telepática-intuitivamente" hacia ella.

Un mosquito sólo se adapta a lo que se adapta; pero, si el ser humano conoce más, se adapta de seguida a... un mayor conocimiento, pues lo considera ya y lo considerará, se deja condicionar por él.

Tengamos en cuenta que, eso, sólo es posible con la visualización-memorización mental del medio o del espacio, sí, por obligado o en consecuencia con ese mayor conocimiento el ser humano “trabaja” o se realiza con un detallismo mental del medio. Lo que, al momento, permite una mayor capacidad de organizarse “sobre él”, de "anticiparse" y “de decidirse sobre él” o de proexistirse o de ejecutarse o de tener una mayor voluntad sobre él.
Nace, así, una inevitable “conciencia de extender o de prolongar su organismo mentalmente u organizativamente sobre... lo externo”.
Quiero decir, el ser humano es un ser vivo que “ha aprendido a crear una visualización” (aquí no tiene nada que ver con el sentido de la vista, sino con todas sus capacidades, sentidos y primordialmente con el sentido espacial) mental del espacio; o sea, es capaz de visualizar y de "llevar consigo" el mapa -al igual que se lleva un mapa genético que... condiciona- o todos los elementos, detalles, de una habitación personal, por ejemplo).

Eso "lo lleva" indudablemente; es, por ello, algo singular tal capacidad por conocer y transmitir el detalle, de "llevarlo" organizado o cohesionado en su contexto y, además, coherente con todos los otros detalles de su contexto, hecho que comporta que sea más orientativo para acceder a un mayor número de conocimientos. He ahí que “ya” se sitúa, además, atrevidamente frente a las estrellas.
Pero las estrellas, algo lejano, "trabajan" por otra razón o no tienen por qué comportar “lo mismo” o ni siquiera acarrear con la misma utilidad de la razón en otro contexto.

Digamos que la racionalidad, en el ser humano, sólo es un “pasaporte” o una capacidad con sus limitaciones o restricciones que determina un... contexto. No, no puede extralimitarse a más: conoce cualquier cosa en función de lo que conoce, no de lo que no conoce, no de lo que no puede conocer. El ser humano conoce los procedimientos -unos- que conoce, no los que no conoce.

Retomando lo anterior, el mapa mental de la habitación en la cual vivimos lo “llevamos”, desde luego, a otro sitio y, en ese otro sitio, en la ya distancia, sabemos qué le "duele", “qué proceder será intuitivo” (porque poseemos tal capacidad intuitiva), es decir, qué se deshabitúa a ella, si le hemos dejado una puerta abierta y, así, le entra aire frío o humedad o, asimismo, si le hemos dejado un cuadro mal colocado. Entonces, el ser humano “nota” algo “en la distancia”, “siente en la distancia de lo que... le ha complementado y, por tanto, es suyo para transverlo”.

La habitación, por su parte, “nota” una carencia porque, si en la naturaleza -en todo- ocurre que sí, que la naturaleza influye y condiciona en dondequiera que esté a un ser vivo, entonces, en otro nivel ¿por qué no?
A ver, el ser humano antedicho es, sin duda, un elemento “de ella” como lo puede ser, asimismo, la puerta abierta, ¡sin discriminaciones!, por lo que la habitación, “lo que ha significado”, "echa de menos" su elemento complementario, pues "se siente... incompleta".


Otro ejemplo: Un señor habitúa a su coche nuevo a un rodaje "suyo", por lo que el coche ya no es un coche cualquiera, sino posee “ese” condicionamiento progresivo, o sea, "lo lleva". Pues bien, si en un momento otro señor lo conduce, el coche "se da cuenta", “nota”, claro, en la "dimensión lógica suya de su contexto" o... advierte tal intrusión.

Otro ejemplo: Cuando un señor tiene una mascota, un perro, "lo hace" con unos hábitos. Pues bien, el perro, conforme a esos hábitos, está siempre (pre)sintiendo el desarrollo de los estados de ánimo de su dueño porque sencillamente... ésos influyen a un “seguimiento complementario” o a un trato de él sobre sus hábitos, los cuales le condicionan.
El perro “advierte”, en efecto, unos niveles de intrusión con respecto a esos hábitos, en tanto y en cuanto su amo u otra persona se apegan o se desapegan, se ciñen o no, a los hábitos que "lo han hecho".
Sí, el perro siempre “afronta una susceptibilidad” a través de una comunicación "telepática o intuitiva" con su dueño o con el entorno. El perro “lleva” consigo toda esa parte en la que prolonga su vida y su cuerpo y, por lo tanto, se comunica inevitablemente con ella, “extiende su comunicación en la distancia”, algo que propicia que unos sentimientos lleguen en cierta manera a coincidir en sentidos contrarios, o a remitirse a sí mismos en la distancia.

En fin, no determino el que exista una comunicación sobrenatural, no, no es esa mi tarea ni la de este ensayo, sino “sostengo” y reconozco la más sencilla, pero de la cual sólo dependen contextos de comunicación diferentes a los que ya se han reconocido.

(Artículo escrito en 2004)


José REPISO MOYANO

jueves, 16 de abril de 2009

ALGUNOS PENSAMIENTOS PUBLICADOS ANTES DE 2005


Un sentido primordial para la inteligencia es el sentido de la “vergüenza”, del ridículo mental (tal conciencia) ante los problemas reales que sufren unos y otros. Por eso, cuando el que lo posee piensa, advierte el contrasentido o no teórico-práctico al propugnar sus planteamientos.

Un político o cualquier otro ser humano que intenta gobernar debería, por supuesto, pasar por esta prueba: ¿lo que pienso sobre este problema lo pensaría igual si el problema lo tuviera mi hijo?, y ¿además lo pensaría si el problema lo tuviera quien odia a mi hijo? Porque, en el fondo, es algo que evita prejuicios”.

Sobre el respeto:
Éste está en el ámbito de lo afectivo. Nadie puede decir que respeta a todos en la misma medida (sin embargo sí en los baremos que “se han convenido” de justicia social, que bien deberían ser para todos igual, en... derechos humanos), a un asesino como al que no ha matado aún "una mosca", a un desconocido como a una madre, a un dictador como a un trabajador humilde; es decir, hay “muchos respetos” en función de qué se “hace”, de cuál es la responsabilidad de cada uno y, también, de unos afectos propios (apegos afectivos), ineludibles. Esto significa que la “forma de respetar” ya queda determinada a ser más benevolente por simpatías o intereses personales.

Tras eso, los conceptos de amor, esperanza, angustia, consuelo, ternura, empatía, etc., son muy difíciles -por no decir imposibles- de cambiar porque no son constituibles, o sea no dependen de convenciones sociales, son vitales, "de toda la vida", son inherentes o consubstanciales al hecho del vivir, existen en cuanto... se viva. Sin embargo, algo muy distinto ocurre con nación, matrimonio, trabajo, estado, ciudad, etc., que sí son constituibles, o sea que se pueden diseñar de la manera que más convenga en virtud de un progreso lo más justo posible, sin discriminar a nadie”.

Así, son los únicos que van a producir todos los conflictos internacionales en el futuro, los que garantizarán que permanezcan las guerras -a nivel internacional y no civil- y los enfrentamientos entre civilizaciones: EE.UU., Irán, Corea del Norte, Israel, Pakistán, algunos países del Este, algunos países del sudeste asiático.”

Cada persona en sus derechos humanos es respetable, no cabe duda; y como persona. Pero igualmente una flor como flor, una piedra como piedra, una melodía como melodía, un león como león, etc. El problema surge cuando se quiere considerar una flor como símbolo nazi, una piedra como instrumento o arma para matar, una melodía para solapar una guerra o un león sin más para que jueguen los niños con él.
O sea, cada cosa se respeta de un modo diferente, por lo cual ya se ha discernido o clarificado su ámbito -su delimitación- de respetabilidad, ya se ha advertido que el respeto no es un juego de irresponsables, que no es confundir, que no se puede usar para tendenciosas incoherencias o justificaciones incoherentes.
En eso, no, no se puede justificar un respeto a una persona cuando los hechos demuestran lo contrario, un respeto a las víctimas del terrorismo con reticencias a un proceso de tolerancia para erradicar con diálogos crispaciones u odios -que siempre alimentan el terrorismo-. Sobre la base de que sólo encarcelar a los terroristas no garantiza que no siga el terrorismo, y sí la culturización de los motivos de la no-violencia y la distensión -con el diálogo- y la no-opresión -con no reprimir libertades o autodeterminaciones personales-”.

"Pureza", este concepto es un concepto ideal de la voluntad; pensemos: ¿sería puro el haber evolucionado con dos ojos o con uno que hiciera la función de los dos?, ¿sería puro que en vez de utilizar la vista, porque ésta no existiera, utilizáramos un sentido de la captación de calor y únicamente por éste nos orientásemos?, etc. Es decir, podemos intentar instalar tal referencia, la de la "pureza", pero siempre lo hace la voluntad y además de forma... ideal, o sea, corrigiendo a la naturaleza.

Pero hablemos de voluntad, ¿es un don o desarrollo acaso sólo humano?; pensemos: los animales también eligen "a su forma" primigenia o instintiva, cada ave en la anidación -por ejemplo- recoge la materia prima de la naturaleza que a ella le parece mejor según sus capacidades físicas -fortaleza o endeblez- y según la influencia de sus más cercanos depredadores; es decir, también... eligen, pero de un modo menos sofisticado -podríamos decir- porque, si no, no podría ser posible la evolución, cierto margen de libertad o de autoconducción de cada cosa, en ese caso de un ser vivo.

Sí, la comunicación lingüística del ser humano hace un “idioma concertado” por la voluntad, desde luego, y se libera demasiado o al menos algo de lo natural o de la supeditación que acarrea. Pero pensemos, otra vez, en los animales; por ejemplo, supongamos que las aves se despegaran de construir tan supeditadamente "a lo natural" nidos y decidieran -ya con voluntad- construir nidos de colores, con adornos para expresar sus grandeza, etc., y así, en adelante, consiguieran un idioma al igual o dependiente, además, de la voluntad como el de los seres humanos. Pues, eso, no quitaría nunca que partieron o se apoyaran de lo primigenio para, luego, añadir un lenguaje o idioma... más complejo y, en tal complejidad, más superfluo; es decir, más subjetivo de "esas añadiduras menos esenciales" que la voluntad presenta.
Por ello, los diferentes tipos de comunicación están interconectados, sí, en la realidad hay como un gran "Internet", en donde todos los lenguajes interaccionan; de tal forma que lo elemental se viste de complejidad, ya sea por la voluntad, ya sea por la características de un medio o de un contexto en concreto. Y la complejidad, al final, vuelve a lo elemental (tanta complejidad del ser humano llegará a lo más elemental al final, al polvo, al éter, a la energía)”.

La ciencia en sí misma es soberbia -en el plano intelectual- frente a lo que ha dejado atrás que, quizás, sin duda en gran parte, tenía más humildad si lo entendemos por no creerse "tanto”, con más recelos que los de ahora; pero, ese no posicionarse claramente por lo que se demuestra -sin tabúes-, ese no atreverse al conocimiento con determinación provoca que todo se eche a perder y no existe así ningún progreso, ni ético siquiera.
Pensar coherente, ser civil, ser ético, ser lo menos cruel significa, en esencia, sostener a largo plazo principios (también unas mismas reglas para todos, no aceptándose que el demostrar sea válido “para unos y para otros no”, al ser antipáticos por ejemplo). Y defenderlos de modo personal: no dejarte sobornar para que los renuncies, no dejarte “tomar el pelo” por los que quieren pasar una cosa por otra o simplemente taparla (la injusticia se basa en tapar)”.

La intolerancia sólo existe si aplicas recursos tuyos o públicos para que el “otro” no pueda conseguir algo o lo que le corresponde en su dignidad prioritaria (en el debido reconocimiento) al ser también ser humano; por lo tanto, se lleva a cabo cuando “actúas” así -sólo con modos de censurar, de silenciar y de impedir una particular realización- , nunca porque tú digas lo que digas, ni porque tú seas fiel a lo que digas, ni porque sostengas un rigor antedicho”.

La especulación inmobiliaria en España ha sido una de las más inmorales que han existido en la historia. Sí, ya se puede hablar de millones de inmigrantes, éstos necesitan una vivienda forzosamente y, los que del sucio negocio viven, se las han subido ya el triple en poco para que la paguen los que ganan el pan a sudor seguro -mientras que los especuladores con una decisión en unos minutos, pero esos beneficios a miles ¿se acordarán luego que los ganaron así?-. Asimismo, la mayor parte de la prostitución que hay en España es ya de explotación inmigrante, de disfrute de esos que lo callan, de negocio de las debilidades de los débiles y... etcétera (esa inmigración "prostituida" ¿se recuperará alguna vez tras el consentimiento inmoral de un país sin responsabilidades e ignorando sus daños?)”.

Si los que reciben una injusticia no se “sienten víctimas” de tal injusticia, ¿qué justicia no recibida van a reclamar?”

La sociedad, en masa, siempre se identifica con "un poderoso en algo" (admira a tal cantante que ya tiene poder de influencia, de mediación, de dinero, etc.); por lo tanto, la sociedad nunca ayudó de verdad a una persona íntegra en valores en vida (¿a quién?). La sociedad, en masa, sólo ayuda al que ya tiene un apego de consentimiento -o de complicidad-, un poder o un sobreprivilegio social”.

Únicamente sufre quien inevitablemente recuerda sufrimiento -o injusticia- del que se le ha causado”.
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viernes, 2 de enero de 2009

LO ESENCIAL

Si una mujer tuviera unas medidas corporales bastante proporcionadas, y de una altura de 175 centímetros pero, sin descartar, que fuese muy sensible, muy reflexiva, muy analítica y muy ingeniosa, entonces, sería un resultado de una mujer completa, perfecta con respecto a todas”.

¡Ah!, de entrada, esto no es más que un enunciado de los que, a veces, “se deciden” o se construyen -claro, por la lógica- como axiomas o reglas matemáticas; porque, esta ciencia, sí, atiende primero a una lógica de los números y de las proporciones, como base, en operaciones para todos sus posibles resultados armónicos o... ideales.

Por ejemplo: Una esfera es un resultado sólo, sólo matemático y resulta, asimismo, ideal (perfecto) o lo que supone o señala, por igual, un triángulo equilátero; por cuanto que ya resultan perfectamente armónicos así -en elección o en volición-, mediante la utilización de axiomas “perfeccionadores” -en lógicas- que, “inevitablemente”, se dirigen hacia esa armonía “deseable”, esté o no esté en algún lugar, exista o no exista.

Con eso dicho, desde luego, un teorema o una regla matemática puede ser la verificación de que se cumple algo con unas concretas mediciones o, por otro lado, la pretensiosa traslación de que algo debe cumplirse con los mismos elementos de esa verificación; esto es, lo que se supone que puede ser verificable, aún no siéndolo (más claro: se busca un resultado en vez limitarse a encontrar un resultado).

La lógica, que “siempre se ha entendido” como matemática -de hecho, es su sustento-, fue propugnada o enseñada por Platón y Aristóteles estableciendo, para el conocimiento en general, ya un procedimiento analítico o pensamiento analógico; es decir, de unívocos o de semejanzas, de interconexiones, en la prioridad de relacionar cosas porque, como consideró anteriormente la escuela de Mileto, existe antes que nada -por evidencia en la realidad- una “homogeneidad entre la causa y el efecto” (si la realidad de las cosas es física, sus causas también).

Pero, aun así, por una concreción, ¿qué es lo esencial para la lógica?
Para Anaximandro y Anaxímenes -epígonos de Mileto-, era la naturaleza como “causa última”; posteriormente, en el pensamiento cartesiano, era una “causa primera” o suficientemente sólida en la lógica, aunque fuese ésa -que puede pasar por algo solipsista- del “pienso, luego existo”; y, más actual, en el pensamiento paradigmático de Kuhn, son unos patrones de pensamiento asertóricos que se siguen, aunque siempre sobre sus valores anteriores.

Para Kant, a tenor de eso, lo esencial... era la intuición del ser que se traslada en el tiempo, que trasciende con su “a priori” intuitivo e inesquivable; y, para Hegel, sólo las ideas de cualidad, las cualidades, definen qué es el ser, porque ya lo dintinguen, lo diferencian, lo exponen (o sea, a cada ser con y por sus atributos).

La lógica, sí, es -en resumidas cuentas- la consideración evidente de las posibles relaciones entre las cosas -con sus propiedades- y sus resultados que se dan por seguro ante unos principios o reglas más o menos pretensiosas; conque lo esencial, para la lógica, es todo principio demostrado por la práctica, en la experiencia (por ejemplo: el principio hidrostático de Arquímedes) y no, no todas las reglas que “se deciden lógicas” para “resultados lógicos”, también “decididos”, en incorporeidad, como... “ideales lógicos”.
De manera que, un principio, no es ni plenamente significa una regla; ambas cosas están separadas por... la experimentación, por la “praxis”, por la verificación práctica.

Un “silogismo”, un axioma, con ello, desde luego, pueden ser independientes de la realidad; a ver, estos conllevarían, sí, unos efectos perfectamente lógicos pero ante unas proposiciones (causas) no realmente lógicas, sino idealizantemente lógicas, o ésas, “las que se han de esperar”, no siendo aún.

Lo esencial de algo, la propiedad que se le distingue -a él- tras una comprobación física, no tiene por qué ser esencial para otro algo; conforme a que no -como primero-, no le constituye, o conforme a que ni siquiera los dos pueden hallarse en unos contextos análogos o que se relacionen.

Las matemáticas, éstas congeniando todo tipo de resultados numéricos y proponiendo, en esa lógica o lógicas, resultados muy armoniosos, a veces se separan de eso tan sólo que es esencial, de eso ya... comprobado, ya posible. Quiero decir, no rotundamente una esfera está demostrada como real, sino es -”de antemano”- lo que “se sueña” ante proposiciones “idílicamente perfectas” como idealidades matemáticas; y es muy improbable en la realidad cuando, ciertas linealidades matemáticas continuas, son imposibles en un espacio interactivo, éste siempre impidiendo o “rompiendo” una fija o íntegra o deseable -en fija continuidad- armonía.

Además, algunas “puras lógicas” o “sublimaciones numéricas” o resultados axiomáticos ya utilizan unos elementos “desacreditados” o no comprobados como reales.

De la multiplicación de 2 por 1, todos pueden ver a DOS COSAS que se multiplican por UNA para obtener -lógicamente- un resultado correcto, el que le corresponde; por el contrario, de la multiplicación de 1 por 0, todos pueden ver a UNA COSA pero no pueden ver, nunca, a la otra con la cual se multiplica.
Es así, es un “supuesto lógico-matemático, una “referencia idealizante”, útil a eso, pero no real, no comprobable.

Un triángulo equilátero, al igual, representa no más que una proporcionalidad buscada mediante las aplicaciones, sin limitación real, de los números; o, más claro, estos tienen todas las licencias pero, en particular, ninguna, ninguna limitación de las que ya la realidad -o la experimentación- obligatoriamente presenta para que sea como tal, sujeta a su mismo o a su concreto contexto, a su interacción en su carácter posible, a su “ontogenia” sólo posible, o a sus consecuentes principios.
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