martes, 22 de diciembre de 2009

LO QUE NO HAY QUE HACER DE FONDO


Todo se adapta irremediablemente (sea cual sea el riesgo y el coste) ante una crisis económica o ante cualquier situación; es decir, con los recursos que tiene INTENTA (inconscientemente por instinto de supervivencia o conscientemente por defender unos propios intereses) UNA ADAPTACIÓN.
Dicho eso, de que el proceso de adaptación es siempre seguro e insoslayable, lo que sí se puede evitar es el riesgo y el coste de una adaptación para unos organismos y, en el contexto de la sociedad, para unas personas en concreto; pues no todos presentan por igual unos recursos para hacer frente a una adaptación forzada o causada únicamente por los seres humanos (es el caso de la efectividad de la tecnología tanto en lo beneficioso como en lo perjudicial -ya que, evidentemente, los dos efectos produce- ante un medio ambiente, base o garantía de una diversidad y de una necesaria, sí, calidad en su equilibrio convivencial).
Por ello, una gran parte de la humanidad se encuentra incapacitada para adaptarse con prosperidad ante los estragos de un mal medio ambiente, o sea, deteriorado; pues, como todo el mundo sabe, las cosas se deterioran o no son propicias o "hermosas" para la vida tras inútiles acciones: cortar los árboles del Amazonas, producir ilimitadamente CO2 a ver si a la “atmósfera biológica” le gusta o, también, contaminar el agua -caldo de cultivo de todos los seres vivos- por si eso es gracioso o justificable ya echándoles las culpas a la misma naturaleza, a los dioses, a la mala suerte o al destino.
Así que, en el gran problema del hambre, en ése, habiendo demasiadas personas que lo pasan, no es la ocurrente solución el cómodo adaptarse que pueden hacer unas personas que siempre contarán con unos recursos de supervivencia, no, sino el evitar que realicen ésa adaptación inútil a la miseria mortal o que se proceda con tal adaptación. Claro, aquí se trata de evitar la enfermedad, no de -como no es un gran asunto de los privilegiados- que “se adapten a la enfermedad”, y ¡allá ellos!
Lo mismo ocurre con el detrimento de las libertades y de los derechos humanos; porque no hay que adaptarse a las dictaduras, a los totalitarismos, a las “patentes de corso” que determinan las guerras, a los fundamentalismos o a las cerradas imposiciones sólo religiosas, al abuso de poder de las multinacionales ni, siquiera, al particular “dirigismo” de muchos medios de comunicación. Es lógico, lo que hay que hacer es protestar y menoscabar tales presiones, “pararles los pies” como se suele decir, siempre en beneficio de que cualquier ser humano SE ENCUENTRE LIBRE para decidir por él y por la sociedad (por supuesto, así utilizará bien su responsabilidad y se hará consciente y juicioso sobre lo que hay de verdad que hacer, en cuanto que al fin se sentirá capaz y útil).

La humanización ética es eso, y ya no habrá que gastar tantos recursos en “fronterismos” de tantas recelosas patrias, en publicidad -en propagandas- o en mimar sobrecompetencias y en preparar o en hacer guerras u otras “locuretas” por crear miedos como actualmente se hace.
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