martes, 22 de noviembre de 2011

EL BENEFICIO IMPRESCINDIBLE DE LA EXAGERACIÓN


Valorar una cosa significa engrandecerla -DARLE IMPORTANCIA, pero no quitarle importancia-; o sea, DEFENDERLA contra la infravaloración, contra el menosprecio: protegerla.
Y eso ha sido siempre posible mediante la idealización o EXAGERACIÓN de lo que, con razones fundadas, es bueno o es un buen valor. Claro, cuando uno de verdad ama, sobredimensiona ese sentir, lo exagera; cuando uno tiene un único amigo, lo exalta exagerando en que no tiene siquiera defectos, es decir, lo exagera.

También la religión conduce a darle -no evitando la exageración-, a cualquier adorador de un dios, cualidades divinas que, evidentemente, se exageran. Además, cada uno, por defender a su hijo, dice que es "el mejor"; y, por defender, a su madre, dice que es "la mejor"; y, por defender a su perro, dice que es "el mejor".

Conque defender cualquier valor bueno o ético es, asimismo, idealizarlo o darle ya tanta importancia que sobrepasa lo que de vulgar o lo que de cotidiano -realmente- posee. Y eso es muy legítimo, además de muy imprescindible.

A ver, en todo decir humano puede existir UN EXAGERAR LA MENTIRA o UN EXAGERAR LA VERDAD considerando que, por mucho que se exagere la mentira -que es la base-, no deja de ser mentira -he ahí el error- y, por otro lado, por mucho que se exagere la verdad -una verdad: un valor ético-, no deja de ser verdad -he ahí el acierto o su legitimidad-.

Por eso, siempre cualquier verdad se ha energizado así -se ha protegido- para que reciba las máximas atenciones posibles, porque -en beneficio seguro- prevalezca o porque sobreviva frente a sus incontables obstáculos.

El error siempre empieza desde la base, desde una base irracional -o mentira- que se exagera gratuitamente, implantando confusión o desconocimiento en el entorno.